Roger Chartier: el significado de la Enciclopedia

El periódico francés Le Monde y la editorial Flammarion, asociados en una de esas habituales campañas,  lanzaron el pasado octubre una colección titulada «Les livres qui ont changé le monde». Casí a punto de concluir,  le ha correspondido el turno a  la «Encyclopédie», de Diderot y D’Alembert.  El diario aprovecha la fecha de entrega correspondiente para insistir sobre el valor del volumen, y en esta ocasión el escogido para glosar esta obra magna no es otro que  Roger Chartier, que es entrevistado a tal efecto.

¿Ha  leído la «Enciclopedia»?

¿Quién se la ha leído toda? Tal vez dos personas: Diderot y editor Le Breton, que comandaron el proyecto. La pregunta es interesante, porque afecta a la propia estructura del libro, es decir,  al sistema de remisión de un articulo a otro utilizado por Diderot para las ideas más osadas. Como el artículo «antropofagia»,  que remite a «Eucaristía». Cuando tienes delante 17 volúmenes de texto con otros 11 volúmenes de  ilustraciones, publicados  entre 1751 y 1772, este uso de las referencias es problemático. Paradójicamente, la versión electrónica de la primera edición de la Enciclopedia, puesta en línea por la Universidad de Chicago, es la que con un simple clic hace que sea eficaz ese dispositivo diseñado por Diderot como uno más de esos recursos filosóficos, es decir, subversivos, que existían.

¿En qué sentido era subersivo ese sistema de referencias ?

La Enciclopedia se publica en una era de censura, y la sufre por partida doble. En 1752, tras la publicación de los dos primeros volúmenes, por decisión del Consejo de Estado, que la veía como un fermento de error, de corrupción de la moral y de irreligión. Luego, en 1759, a petición del Parlamento, que lideró la búsqueda de libros «filosóficos» y los quemó. En ambas ocasiones es Malesherbes, director de la Librería, quien salva la empresa. En tal contexto, donde el privilegio que autoriza la publicación está en constante peligro de cancelación, el juego de remisiones permite eludir la censura. Muchos artículos cuyo título podría sugerir que están  entre los más corrosivos, como el mismo artículo dedicado a la «censura», tienen en realidad un tono muy moderado, con un contenido puramente histórico, mientras otros, aparentemente más benignos, contienen las intenciones más filosóficas y las críticas más aceradas a la autoridad.

La «Enciclopedia» de Diderot y D’Alembert no fue la primera. ¿Dónde está su singularidad?


Inicialmente,  es una simple traducción de la Cyclopaedia de Ephraïm Chambers, publicada en 1728 en Inglaterra (donde ya se remite a la Eucaristía en el artículo sobre los antropófagos). Sin embargo, el proyecto bascula de inmediato.  La Enciclopedia francesa se convierte en el producto colectivo de una sociedad de hombres de letras, cuya ambición era expresar la filosofía de la Ilustración y abarcar todos los campos del conocimiento. Aunque el libro seguía un orden alfabético, el «Discurso preliminar» de D’Alembert organiza el conocimiento por temas  en torno a tres principales facultades de la mente humana: la memoria, la razón y la imaginación. Así es como aparecen conexiones inesperadas, como entre «religión» y «superstición», «teología» y «adivinación», como parte de una misma familia temática. Este enfoque rompe  también  con un orden jerárquico en el que la teología era siempre lo primero.

¿En qué medida este manifiesto de las luces rompe los valores del Antiguo Régimen?

Muchos artículos, más allá del que está dedicado a «la tolerancia», giran en torno a la noción de la tolerancia: no se debe perseguir a las personas por sus creencias. Por ejemplo, la represión contra los protestantes se condena. Ésta es una idea muy significativa en una Francia donde sólo hay una religión, el catolicismo, y una autoridad, la Facultad de Teología. Otro desafío a la doxa dominante: la crítica de la violencia y de la sumisión impuestas a los pueblos de África o de América. No estamos ante las condenas radicales del siglo XX, pero, de todos modos, sí que vemos cuestionarse la conquista y la colonización. En cuanto a la política, la obra es más cautelosa. Sin embargo, leemos que «el fin de la soberanía es la felicidad de la gente», que no es exactamente el lenguaje del absolutismo.

¿Cuál fue la influencia de la «Enciclopedia»? ¿Podemos ver en ella las premisas de la Revolución Francesa?

Diríamos que hizo posible la ruptura,  sobre todo la hizo pensable.  No hay nada de revolucionario ni incluso de prerevolucionario en la Enciclopedia que esté muy lejos de la virulencia de los libelos, los panfletos y las sátiras que aparecieron en la misma época y que eran claramente  sediciosos. Pero ayudó a inspirar, distribuir y difundir una forma de pensar que se distancia de las autoridades, políticas y sobre todo religiosas. A Tocqueville le llamó la atención cómo la monarquía se derrumbó en unas pocas semanas. Faltaba adhesión al proceso revolucionario, o al menos aceptación. Los lectores de la Enciclopedia no eran seguramente el pueblo:  como ha mostrado Robert Darnton, pertenecían a la aristocracia ilustrada, a las profesiones liberales, al mundo de los negocios y,  en definitiva, a los sectores más tradicionales del Antiguo Régimen. En ese entorno, y junto a otros escritos, impuso ideas y  representaciones colectivas que, si bien no causaron, permitieron 1789.

¿No se quebró el sueño enciclopédico con la fragmentación del conocimiento?


El punto de inflexión tuvo lugar a finales del siglo XVIII, con la Encyclopédie méthodique del librero-editor Panckoucke, que refunde la de Diderot y D’Alembert, adoptando una disposición por áreas de conocimiento. Por tanto, la vivacidad de provocación intelectual de la obra original se ha perdido: partía de una organización «razonada» que desechaba  las  clasificaciones antiguas.   Había desaparecido, pues,  el magnífico esfuerzo de Diderot y D’Alembert por producir un libro de libros, una suma de conocimientos por donde un hombre honrado pudiera viajar sin compartimentos. La fragmentación del conocimiento es probablemente el precio que se paga por profundizar. Gana la erudición. Pero conduce a la antinomia de las culturas, por una parte la  científica, por otra la literaria, que atraviesa los debates actuales sobre los programas escolares.

La enciclopedia en línea Wikipedia, ¿es el final del proyecto de Diderot y D’Alembert?

En cierto sentido sí, porque se basa en múltiples contribuciones de una especie de sociedad de gentes de letras invisibles. Pero Diderot seguramente no habría aceptado la mera yuxtaposición de artículos, sin árbol de conocimientos ni orden razonado, elementos  que caracterizan a la Enciclopedia. Se trata de una empresa democrática, abierta  y al mismo tiempo muy vulnerable, muy expuesta al error o a la manipulación indebida. En ese sentido,  es visible la tensión entre el deseo de construir un saber colectivo  y la profesionalización de los  conocimientos.

En retrospectiva, ¿la «Enciclopedia» cambió el mundo?

¿Un libro puede cambiar la faz del mundo? A los autores les gusta  pensarlo. Yo diría que un libro puede, en un lugar y tiempo determinados,  por su trayectoria en otros lugares y otros tiempos, cambiar las representaciones  y las relaciones  con los dogmas, con las autoridades. La Enciclopedia ha desempeñado esta función, más allá de las fronteras del reino de Francia. Pero lo que hace que un libro pueda tener un determinado impacto son las apropiaciones, múltiples y a veces contradictorias, de que es objeto. La Enciclopedia pudo ser uno de los gérmenes de la ruptura revolucionaria, pero al mismo tiempo fue odiada por los revolucionarios más radicales. Cincuenta años después de la publicación de los primeros volúmenes, Robespierre mostró su odio hacia la «la secta de los enciclopedistas»,   muy bien asentados en la sociedad del Antiguo Régimen. Esto significa que la fuerza de un libro no está en la letra que contiene, sino en el discurso que produce,  una fuerza que lo trasciende y que, transforma las maneras de pensar y de creer

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