La fabulación freudiana: ¿el psicoanálisis cura?

Una de las polémicas de la temporada que cerramos ha sido, sin lugar a dudas, la generada por Le Crépuscule d’une idole, best seller del filósofo francés Michel Onfray. Para quienes no sepan de qué se trata, nada mejor que acudir al dossier que ha publicado Eñe, el suplemento de Clarín.

Empecemos con la entrevista a Onfray, a cargo de Reneé Kantor:

«El libro negro del psicoanálisis», que reúne trabajos de más de cuarenta especialistas de diversas disciplinas, puso al alcance del gran público un inventario crítico del freudismo. Luego de haber enseñado Freud durante veinte años, ¿la lectura de ese libro lo convirtió al antifreudismo radical?

-Más que al antifreudismo, ese libro hace referencia al advenimiento de la historia en un mundo donde la leyenda impone su ley desde hace un siglo. En Francia los freudianos constituyen una milicia que actúa bajo el principio de los grupos paramilitares de los años fascistas o bolcheviques: intimidación, manipulación, mentiras, contactos con los medios, criminalización del pensamiento libre, activación de redes de influencia, amenazas… Toda la producción histórica sobre el psicoanálisis ha sido detenida, prohibido el acceso a los archivos desde hace un cuarto de siglo. Yo mismo fui víctima de esta tiranía de la leyenda que ha criminalizado a El libro negro del psicoanálisis convirtiéndolo –como ahora al mío– en un libro antisemita, «revisionista», que reactiva las tesis de la extrema derecha. El arsenal habitual de esta milicia que combate el trabajo crítico libre, la iniciativa histórica.

¿Por qué se enseña en la Universidad Popular de Caen el psicoanálisis, si usted considera que es una fabulación?

-La Universidad Popular de Caen la creé en 2002 para enseñar libremente, lejos de las leyendas de las que la universidad oficial vive. Le pedí a una amiga psicoanalista que enseñara el psicoanálisis de la misma manera que, ateo, solicité a una persona católica que asegurara un seminario. Mi concepción libertaria de las cosas me hace creer que del debate y la confrontación puede surgir una opinión autorizada. Lo contrario de lo que piensa y practica la milicia freudiana.

«El crepúsculo de un ídolo» se presenta como una lectura nietzscheana de Freud. ¿Qué quiere decir con esto?

-Para Nietzsche una filosofía es siempre la confesión autobiográfica de su autor. Esta verdad funciona para él , por supuesto, pero también para todos los filósofos. Ahora bien, Freud fue un filósofo y su producción obedece igualmente a las mismas leyes: ellas constituyen una respuesta válida a las preguntas de Freud, claro, pero seguramente no es una respuesta universal válida para todos los hombres. Por encima del bien y del mal, por encima de todo juicio de valor, yo me propuse deconstruir el mito de un Freud científico descubriendo un continente, el inconsciente, como Copérnico descubrió el heliocentrismo o Darwin la evolución de las especies. Freud nunca fue un científico, sino un artista, un escritor, un filósofo. De ahí, a hacer de él un genio científico, hay un mundo… Lo que hago con Freud, pero lo hago con todos los filósofos desde hace ocho años en la Universidad Popular, es lo que Sartre llamaba «un psicoanálisis existencial». Libre el lector, luego, de creer en las aserciones pretendidamente científicas de Freud o no. Por mi parte, yo ubico a Freud al lado de Nietzsche o de Kierkegaard, sin ningún valor científico universal, pero con un real valor filosófico individual, subjetivo. Un pensamiento se refuta, no la vida filosófica que la acompaña: refuto el pensamiento freudiano, pero no la vida filosófica de Freud.

Si, según usted, Freud tenía simpatía por el fascismo por haber dedicado elogiosamente uno de sus libros a Mussolini («¿Por que la guerra?, escrito en colaboración con Einstein) ¿Nietzsche sería también un nazi-fascista por haber sido una fuente de inspiración para el nazismo?

-Usted confunde las cosas: existen objetivamente hechos que demuestran que hay una complicidad de Freud con el fascismo mussoliniano; el fascismo del canciller Dollfuss; un trabajo real de Freud con Félix Böhm, un nazi que trabajaba en el Instituto Göring (la emanación institucional del III Reich) para que el psicoanálisis pudiera existir bajo el régimen nacionalsocialista; una colaboración con el régimen para excluir al psicoanalista Wilhelm Reich por ser bolchevique. Existen igualmente textos en los cuales Freud explica que él está a favor de una aristocracia de algunos destinada a conducir a las masas. Lea, por ejemplo, Psicología de las masas y análisis del yo. Por el contrario, Nietzsche se volvió loco en 1889, y murió en 1900, o sea treinta años antes de la llegada de Hitler al poder. Los nazis hacen referencia a un libro que Nietzsche nunca escribió, La voluntad de poder, que es una obra falsa escrita por su hermana; ella sí era fascista y nazi.

¿Un judío bajo el régimen nazi tendría que haberse abstenido de elogiar a Mussolini, poniendo así en riesgo su vida?

-Esta visión es una ofensa contra quienes han resistido y pagado con su vida esa resistencia al fascismo, al nazismo, yo debo decirle que Freud, con su reputación planetaria, disponiendo de medios para obtener un exilio anticipado, hubiera podido hacer una crítica que hubiera sido útil en su momento. Por otra parte, yo no digo nunca en mi libro que el psicoánalisis está cerca del fascismo. La frecuentación de Freud con los regímenes fascistas que eran sus contemporáneos no es suficiente para afirmar eso. Remarco sí, que Freud no estaba tan decidido a obtener el exilio de sus hermanas, como lo estuvo para obtener el exilio de su cuñada o de Paula Fitschl, su empleada doméstica. Pero no quisiera ser cruel también con este tema.

Usted señala que Freud dio lugar a una leyenda y que mintió. ¿Cuáles han sido, según su opinión, las mentiras más graves?

-Me gustaría disculpar a Freud por todas sus mentiras, a excepción de una: la única mentira que importa entre la letanía de mentiras freudianas es aquella que dice que el psicoanálisis cura. Esta es la impostura mayor que toma como rehén al sufrimiento existencial de la gente para hacer de ello el material de un ingreso sustancial que, con la ayuda de la doctrina freudiana (pagar en efectivo sumas muy importantes que contribuyen a la eficacia de la cura), escapa al fisco republicano. De este modo, se entiende que la discusión serena con argumentos dignos de este nombre sea imposible con muchos psicoanalistas y que dé lugar al odio: nadie se enfrenta impunemente a la billetera de unos estafadores. Esta cuestión está hoy en día probada: todos los casos sobre los que Freud sostuvo que había logrado la cura, resultaron ser afirmaciones falsas. «El hombre de los lobos», por ejemplo, de quien Freud aseveró en 1918 que se había curado; en 1974 se entrevista con un periodista y confía, ya octogenario, que sigue aún un análisis y que el psicoanálisis le ha hecho más mal que bien. La lista de curas milagrosas de Freud deja estupefacto a aquel que quiera hacer un trabajo histórico y recusar la leyenda.

El freudismo, dice, es una «visión del mundo privado con pretensión universal». ¿Por qué?

-Un ejemplo: el complejo de Edipo, presentado como un descubrimiento universal freudiano, proviene del puro y simple deseo de Freud que, cuando era un niño, viajó en tren durante la noche con su madre. El pretende «que no pudo no haberla visto» desnuda esa noche y que, «por lo tanto», él la habría deseado sexualmente. Luego, infiere, sin más pruebas, que esto es así en todos los niños desde siempre y para siempre. Que Freud, por razones subjetivas (una familia recompuesta, con tres niveles de generaciones mezcladas, un padre que tenía la edad de su abuelo, un cuñado de la edad de su padre, la misma que la edad de su madre, un sobrino apenas más grande que él, etcétera) haya tenido problemas de identidad sexual personal, es una cosa. Pero que infiera teorías de orden general y pretensión universal a partir de este hecho, con eso, no estoy de acuerdo. Freud toma sus deseos por la realidad y se comporta siempre de este modo: la novela familiar, el niño golpeado, el asesinato del padre, la etiología sexual de los neuróticos, el complejo de Edipo y otros numerosos conceptos pretendidamente universales y científicos son sólo una afirmación particular y literaria.

Si el freudismo –como usted lo afirma– es una religión o una secta, ¿qué es lo que cautiva a sus adeptos?

-Lo que fascina siempre a los sectarios es tener a su alcance un pensamiento «todo listo» que dispensa de ser inteligente, que exonera a la persona de todo uso crítico de su pensamiento. Agreguemos que esta «religión» reúne a sujetos frágiles que gozan de la servidumbre, disfrutan de la palabra del maestro depositario de la verdad universal, descubridor de certezas admirables. El gurú les da seguridad porque propone una sola llave que permite abrir todas las cerraduras: el complejo de Edipo. Esto le permite al sectario hacer caso omiso de sus angustias, de su soledad, de su miedo. En rebaño se siente mejor, fuerte gracias a la debilidad de los que comparten el mismo establo que él.

Usted refuta que el psicoanálisis cure y afirma que es sólo un «efecto placebo». ¿Cómo explica entonces que algunos pacientes se sientan mejor luego de una terapia psicoanalítica?

-Justamente, gracias al efecto placebo. Hay gente que luego de una conversión al islam, un ingreso a un monasterio o una procesión a Lourdes, también se siente mejor. ¿Es esto por lo tanto la prueba de la verdad del islam y del cristianismo?¿Y qué pensar de aquellos millones de personas que se sienten mejor luego de una consulta con una vidente, un astrólogo, un homeópata, un espiritista? Vamos, seamos serios. Acabemos con estas conductas mágicas y estos comportamientos infantiles. El psicoanálisis es el nombre dado al ocultismo en un siglo positivista.

Usted critica en Freud su amor por el dinero. ¿Cree que esa voracidad por el dinero rige el mundo psicoanalítico de hoy?

-Si debo juzgar por las tarifas de hoy en el sector privado, si observo la extrema discreción acerca de este tema y el silencio total de los psicoanalistas sobre este ítem en mi libro, si juzgo de acuerdo a lo publicado por el diario satírico Le canard enchainé, que explica que un célebre psicoanalista, una autoridad en la materia en París y en el mundo (ndlr: Jean-Jacques Miller, casado con la hija de Lacan) evadió del fisco sumas considerables, creo, en efecto, que es un comercio extremadamente rentable. Entonces sí ¡es un problema de actualidad!

Explica usted que en el psicoanálisis «todo tiene el mismo valor»: el enfermo y el hombre sano, el bien y el mal, la enfermedad y la salud. ¿No es preferible esta visión tal vez algo laxa, a una visión maniquea de la salud mental?

-Yo creo que esta afirmación según la cual no hay diferencia de categoría entre lo normal y lo patológico, sino sólo una diferencia de «grado» es la huella de una época enferma. No creo que el cáncer sea una de las formas de la salud. Creo que la psicopatología de una analista histérica ¡no es una característica de la salud mental! Si debo juzgar a través de lo que nuestra época se muestra capaz de hacer, pienso, en efecto que ella necesita para defenderse, borrar los límites entre el perverso, el neurótico, el psicótico, el paranoico y el hombre que dispone de toda su salud mental. No digo que sea simple trabajar sobre estas definiciones precisas entre lo normal y lo patológico, pero la dificultad no puede justificar ni legitimar el rechazo a trabajar sobre una definición que se sabría, sin embargo, históricamente fechada pero intelectualmente necesaria.

¿Desearía que la gente dejara de psicoanalizarse? ¿Qué hacer del sufrimiento psíquico?

-Es increíble que Freud haya logrado hacer creer que el psicoanálisis es sólo el freudiano y nada más. En un momento de lucidez, él mismo dijo, durante una conferencia en los EE.UU., que no había inventado el psicoanálisis, sino que este descubrimiento se lo debemos a Josef Breuer. El psicoanálisis se vuelve luego una aventura colectiva con un número considerable de gente que trabaja en este descubrimiento junto a él. Yo no estoy en contra del psicoanálisis, sino en contra del psicoanálisis freudiano. El freudo-marxismo cuenta, por ejemplo, con toda mi simpatía. Justamente porque me importa el sufrimiento psíquico, combato aquello que no lo suprime y que, sin embargo, pretende hacerlo.

¿Qué quiere decir cuando acusa al psicoanálisis de «terrorismo intelectual» o de haber proliferado «como una planta venenosa»?

-Una secta no se vuelve religión –aunque una religión es una secta que tuvo éxito– sin darse violentamente los medios para lograrlo. Esta proliferación merecería que movilizásemos la mediología o estudio de la transmisión de mensajes de Régis Debray, para explicar cómo, con congresos, coloquios, revistas, y evicción de colegas rebeldes –Adler, Jung, Reich y tantos otros–, la constitución de una clientela socialmente poderosa y el embargo de todos los archivos donde se encontrarían las pruebas de las fabulaciones hasta 2050, se ha producido esta dominación del psicoanálisis freudiano sobre el mercado de la inteligencia planetaria. Agreguemos a esto el hecho de que Mayo del 68 se convierte en ocasión de un inmenso malentendido.

¿Cuál?

-Freud el conservador, el reaccionario, Freud el compañero de ruta de regímenes fascistas, se transforma a través de Reich y Marcuse, y luego gracias a todos los autores freudo-marxistas que acompañan el movimiento de Mayo del 68, en Freud el liberador de la sexualidad, el defensor de los oprimidos sexuales. ¡Es el colmo! Lacan va a acelerar este movimiento en Francia, acostando en su diván a todos los ex camaradas de Mayo del 68 que deben hacer el duelo de la fracasada revolución. Son aquellos que conformarán las elites que comandan la máquina social francesa. Varios de ellos son hoy los patrones de la prensa que han dado lugar a los vómitos de sus colaboradores sobre mi trabajo de historia crítica. ¿No le resulta llamativo?

¿Alguna vez se psicoanalizó o pensó en hacerlo?

-Hace mucho tiempo tuve ganas de criticar a Freud en nombre de un psicoanálisis no freudiano. Pero no quería hacerlo sólo a partir de textos freudianos. Entonces realizar un análisis didáctico para contemplar la cuestión del interior me daba la impresión de que debería estudiar teología, hacerme sacerdote, practicar diez años de pastoral, para tener el derecho a decirme ateo mientras que ya lo era. ¿Una paradoja, no? Y además, creo que un psicoanálisis alternativo no sabría ser el fruto del descubrimiento de un solo hombre, hace falta para hacerlo, el trabajo arduo de «un intelectual colectivo» para utilizar una expresión de Bourdieu.

Para terminar, usted es un amante del cine. ¿Le gustan los filmes de Woody Allen, eterno paciente del psicoanálisis?

-Vi tiempo atrás películas de Woody Allen que no me dejaron un recuerdo imperecedero.

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Terminemos con el texto que Elisabeth Roudinesco, historiadora del psicoanálidsis,  publicó en abril en Le Monde. Además, acaba de editar en Seuil un volumen titulado Mais pourquoi tant de haine? (del que hay versión española). El volumen desmonta la obra de Onfray, retomando el camino de su  Pourquoi tant de haine?: Anatomie du Livre noir de la psychanalyse:

Creador de una Universidad popular en Caen, Michel Onfray se hizo famoso por haber inventado una «contra-historia de la filosofía» cuya metodología se basa en el principio de la prefiguración: todo ya está en todo antes, incluso, de que advenga un acontecimiento. Esto le permitió afirmar cosas extravagantes: que Emmanuel Kant era el precursor de Adolf Eichmann –porque éste se decía kantiano (Le Songe d’Eichmann, Galilée, 2008)–; que los tres monoteísmos (judaísmo, cristianismo e islam) eran empresas genocidas; que el evangelista Juan prefiguraba a Hitler y Jesús a Hiroshima y por último que los musulmanes eran fascistas (Traité d’athéologie, Grasset, 2005). Fundadores de un monoteísmo centrado en la pulsión de muerte, los judíos serían por ende los primeros responsables de todas las desgracias de Occidente. A esta empresa mortífera, Onfray opone una religión hedonista, solar y pagana, habitada por la pulsión de vida.

El dice que con esta misma perspectiva leyó en cinco meses la obra completa de Freud y luego redactó este Crépuscule d’une idole. Salpicado de errores, atravesado por rumores, sin fuentes bibliográficas, su trabajo no es más que la proyección de las fantasías del autor sobre el personaje de Sigmund Freud. Onfray habla en primera persona para proponer la idea de que Freud habría pervertido a Occidente inventando, en 1897, un complot edípico, o sea un relato autobiográfico que no sería otra cosa que la traducción de su propia patología. Convierte al teórico vienés en un «falsario», motivado «por el dinero, la crueldad, la envidia, el odio».

El lugar del padre

Ante esta figura que le sirve de realce, y cuyo crepúsculo anuncia, el autor revaloriza el destino de los padres y, en primer lugar, del suyo. Y como Freud fue adorado por su madre, Onfray considera que el fundador del psicoanálisis era un perverso que odiaba a su padre y que abusó psíquicamente de sus tres hijas (Mathilde, Sophia y Anna). El departamento de Viena era, según él, un lupanar y Freud un Edipo que solamente pensaba en acostarse de veras con su madre y además en matar verdaderamente al padre, para tener hijos incestuosos y así violentarlos mejor. Durante diez años torturó a su hija Anna en el transcurso de un análisis que habría durado de 1918 a 1929, y durante el cual, cada día, la habría incitado a ser homosexual. La verdad es completamente distinta: es cierto que Freud analizó a su hija, pero el tratamiento duró cuatro años, y cuando Anna empezó a darse cuenta de su atracción hacia las mujeres, fue ella la que eligió su destino y Freud no la tiranizó: incluso dio muestras de tolerancia.

Cediendo a un rumor inventado por Carl Gustav Jung, según el cual Freud había tenido una relación con Minna Bernays, la hermana de su mujer, Martha, Onfray imagina, siguiendo a historiadores estadounidenses de la corriente llamada «revisionista», que éste la habría embarazado y luego obligado a abortar. Tan poco preocupado por las leyes de la cronología como por las de la procreación, Onfray sitúa este hecho en 1923. Sólo que, para esa fecha, Minna tenía 58 años y Freud 67.

Michel Onfray agrega luego que Freud cedió a la tentación de someterse a una operación de los canales espermáticos destinada a aumentar su potencia sexual para poder gozar mejor del cuerpo de Minna. La realidad es completamente distinta: en 1923, Freud, que acababa de enterarse de que tenía cáncer, fue sometido a esa operación de ligadura (llamada de Steinbach), clásica para la época, y a la que se consideraba susceptible de prevenir la recidiva de los cánceres.

Si Freud es un perverso, su doctrina pasa a ser entonces la prolongación de una perversión más grave aún: sería, para Onfray, «producto de una cultura decadente de fines de siglo que proliferó como una planta venenosa». El autor retoma de esta manera una temática conocida desde León Daudet según la cual el psicoanálisis es una ciencia parasitaria, concebida por un cerebro degenerado y nacido en una ciudad depravada.

Tesis paganistas

En el mismo tenor, invierte la acusación de «ciencia judía» pronunciada por los nazis contra el psicoanálisis para convertirlo en una ciencia racista: desde el momento que los nazis llevaron a cabo el cumplimiento de la pulsión de muerte teorizada por Freud, afirma, significa que él sería un admirador de todos los dictadores fascistas y racistas. Pero lo que hizo Freud fue peor todavía: al publicar en 1939 «Moisés y la religión monoteísta», vale decir, haciendo de Moisés un egipcio y del asesinato del padre un momento original de las sociedades humanas, habría asesinado al gran profeta de la Ley y sería por lo tanto, anticipadamente, el cómplice de la exterminación de su pueblo. Sabiendo que Freud subrayaba que el nacimiento de la democracia estaba ligado al advenimiento de una ley que sanciona el asesinato original y por ende la pulsión de muerte, es evidente que el argumento de un Freud asesino de Moisés y los judíos no resiste ni un instante.

Negando el principio fundador de la historia de las ciencias, según el cual los fenómenos patológicos siempre son variaciones cuantitativas de los fenómenos normales, Onfray esencializa la oposición entre la norma y la patología para sostener que Freud no es capaz de distinguir al enfermo del hombre sano, al pedófilo del buen padre y sobre todo al verdugo de la víctima. Y como resultado de esto, a propósito del exterminio de las cuatro hermanas de Freud en campos de concentración, saca la conclusión de que, según la vara de la teoría psicoanalítica, es imposible «captar intelectualmente lo que psíquicamente distingue a Adolfine, muerta de hambre en Theresienstadt, de sus otras tres hermanas desaparecidas en los hornos crematorios en 1942 en Auschwitz y Rufolf Höss (el comandante del campo de exterminación), puesto que nada los distingue psíquicamente excepto algunos grados apenas visibles».

De paso, Onfray se equivoca de campo: Rosa fue exterminada en Treblinka, Mitzi y Paula en Maly Trostinec. Y si la «solución final» alcanzó realmente a la familia Freud, no fue en semejante careo inventado de cabo a rabo.

Si bien invoca la tradición freudo-marxista, Michel Onfray se entrega en realidad a una rehabilitación de las tesis paganistas de la extrema derecha francesa. Esa es la sorpresa de este libro. Es así como elogia La Escolástica Freudiana (Fayard, 1972), obra de Pierre Debray-Ritzen, pediatra y miembro de la Nueva Derecha, que jamás dejó de fustigar el divorcio, el aborto y el judeocristianismo. Pero también elogia los méritos de otra obra, surgida de la misma tradición (Jacques Bénesteau, Mensonges freudiens. Histoire d’une désinformation séculaire, Mardaga, 2002), con prefacio de un allegado al Frente Nacional, respaldado por el Club del Reloj: «Bénesteau – escribe– critica cómo usa Freud el antisemitismo para explicar que sus pares lo hicieran a un lado, la falta de reconocimiento por parte de la universidad, la lentitud de su éxito. Como demostración, explica que por ese entonces en Viena numerosos judíos ocupan puestos importantes en la justicia y la política».

Al final de su alegato, Onfray llega a adherir a la tesis de que no existían persecuciones antisemitas en Viena puesto que eran numerosos los judíos en puestos importantes.

Esto no es de ninguna manera un simple debate que enfrente a los defensores y adeptos del psicoanálisis, y estamos en todo nuestro derecho de preguntarnos si las motivaciones mercantiles no tienen ahora tanto peso editorial que terminan por abolir todo juicio crítico. Vale la pena plantear la pregunta.

© Le Monde y Clarin, 2010. Traduccion de Cristina Sardoy.

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Finalmente, un par de recomendaciones en esta polémica:

Roudinesco déboulonne Onfray

Diálogo entre Onfray y Julia Kristeva

7 Respuestas a “La fabulación freudiana: ¿el psicoanálisis cura?

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  4. El psicoanálisis es una gran mentira. Invito a todos a leer y participar en mi blog “La mentira del psicoanálisis” http:helenpg.wordpress.com
    En defensa de la auténtica psicología.

  5. Me encantaría leer el libro, prometo volver a comentar después de leerlo. Esto es debido a que no encuentro más que comedia en las respuestas del autor en la entrevista. A primera vista, el verdadero farsante, deseador de un best-seller es el mismo Onfray.
    Pues cómo no tener un best seller después de contradecir al padre del psicoanálisis.

    Aquí algunas cuestiones:
    El autor dice que Freud extrapolaba sensaciones personales y los volvía principios de la psique humana, como el complejo de Edipo. Si bien Freud deduce buena parte de su teoría de su autoanálisis, él analiza muchísimos casos de deferentes tipos de histeria, siguiendo un rigoroso método científico. En el caso del complejo de Edipo, la anécdota del viaje por tren no es el único elemento, hay miles: El despertar sexual del niño en fases tempranas, la noción de competencia, naturalista, del niño y los demás elementos varones de la estirpe, la tendencia a interiorizar psíquicamente las diferencias físicas de los sexos, el aprendizaje cognitivo y empatía hacia la madre.
    Sobre el llamado efecto placebo. Ojalá el autor pudiera darse la oportunidad de conocer a Freud, en especial la noción del preconciente – inconciente – conciente. Cuando aquello reprimido es guardado en el inconciente, y mediante el proceso catártico es llevado hasta el inconciente, los síntomas histéricos desaparecen. Los síntomas histéricos aparecen como la sustitución de la vida sexual debido a traumas patológicamente vividos en la 1a infancia. Cuando el histérico revive, pero de una forma no patológica, el recuerdo reprimido, los síntomas histéricos ya no tienen razón de existir.

    • El psicoanálisis, en tanto institución, también se llena de mentiras, complicidades y demás prácticas anti-psicoanalíticas. Sin embargo, me parece que habría que distinguir el psicoanálisis (en tanto institución, teoría, método o terapéutica) y los psicoanalistas. Si bien, el origen de la institución psicoanalítica se ha llenado de mitos por la cuestión del padre-fundador, también habría que reconocer que la institución psicoanalítica está lejos de ser homogenea: es también una historia de contradicciones, pleitos políticos, escisiones. etc. Evidentemente la obra freudiana, ya no digamos la institución psicoanalítica, está llena de vacíos conceptuales que son fácilmente falseados en parte por el desconocimiento del lector de Freud y su tiempo, en parte por la complejidad de los temas, pero recordemos que, como cualquier saber que intenta ser científico, se encuentra en construcción permanente. .

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